Por: Silvia Núñez Esquer*
Cimacnoticias | Sonora.- 05/06/2015Siempre
pensé en la posibilidad de ese avistamiento. Radicando en la
misma
ciudad lo probable es que tarde o temprano podría topar con alguna de
ellas o ellos.
En una tienda cualquiera, para gente de clase media, es posible
encontrarse a personas comprando alimentos o los componentes de la
comida que prepararán en breve.
Son las 13:30 de un miércoles y a esa hora todavía quienes no prepararon
la comida temprano, a veces a la carrera, a veces programado así,
entran para adquirir sus productos. Se observan mujeres y hombres con
las manos y los carritos ocupados por comestibles diversos.
En la fila para pagar diviso a una mujer blanca, delgada, con el cabello
recogido hacia atrás sin mayor arreglo ni en peinado ni en maquillaje.
Es una mujer sencilla, austera en su vestir, discreta y su mirada es
huidiza.
Al observarla por más de dos segundos da la impresión de que tiene miedo
a algo o que recordó algún pendiente relacionado con algo que busca a
su alrededor. Una suerte de evasión de mirada directa, como escondiendo
la parte del cuerpo que nunca cambia: los ojos.
Por un segundo las miradas suya y mía se cruzan. Ella la evade
inmediatamente. Mira al suelo, con levantamiento intermitente, nervioso.
De inmediato me parece conocida. ¿Será o se parece? –me cuestiono–. Y es
que ese rostro es difícil de olvidar. El gesto de aparente tristeza es
notorio, particularmente las bolsas debajo de los ojos, como de un
llanto prolongado o de noches privadas de sueño reparador. Continúa información
Marcia Matilde Altagracia Gómez Del Campo Tonella |
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