Por: Silvia Núñez Esquer, corresponsal
Gisela Peraza Villa cayó presa un día cualquiera, en forma inesperada.
Por la noche la
encerraron primero en una recámara, luego en los calabozos de
la Policía Estatal Investigadora, después en un hotel de arraigo, y finalmente
la recluyeron en tres Centros de Readaptación Social (Cereso). Fue sentenciada,
pero el delito nunca fue comprobado. Con su número de identificación 2542864,
Gisela aprendió a sobrevivir. Cuatro años en el internamiento forzado le
enseñaron que debía ser fuerte. Ya no había nada más grave que le pudieran
hacer: la encarcelaron y sentenciaron sin pruebas, acusada de robar en la Casa
de Gobierno del estado de Sonora. A sus entonces 26 años de edad supo lo que
era la tortura. Experimentó los métodos arcaicos que dejan sin aliento a las y
los detenidos que por decisión del acusador deben decir un sí o un no, y firmar
un guión en forma de declaración, preparado por el Ministerio Público, tan sólo
para no seguir recibiendo el castigo físico, pero asumiendo que en adelante
cargarán con la responsabilidad que desafortunadamente no siempre es real. Ser
el “ama de llaves” de la familia del gobernador Guillermo Padrés Elías la puso
en el foco de la sospecha. De la duda pasó a culpable y cargó con un
delito que todavía no se sabe quién cometió.
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Gisela Peraza libre |
Edición: CIMAC
1 comentario:
sumamente desconcertada por este hecho, que ganaría el Gobernador con este feo acto=? y quienes estuvieron asociados en el delito, pudieren ser empleados o alguien por envidia llevar a esta Muchacha a tal situación. Nada lo justifica, pero me resisto a aceptar que la gente en el poder haga estas cosas tan feas.
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