Ignoro la razón por la cual estoy aquí esta noche, usurpando el lugar
de un conocedor del quehacer literario
Clarita Lucero. Foto: Raúl Cota |
(como tanto les gusta decir a
los intelectuales), siendo que no soy una persona muy versada en el
análisis de la estructura y la calidad propias de un texto que alcanza
el privilegio de materializarse en un libro impreso. No soy un
gran aficionado de hablar en público, de hecho, excepto cuando he tenido
forzosamente que estar frente al público en algún evento propio,
siempre he preferido que sean otros quienes tomen la palabra y se
regocijen en convertirse en el centro de la atención. Por eso me
quedé de lo más desconcertado cuando Clarita Lucero me aclaró que me
estaba invitando, literalmente, a la presentación de su libro. No como
público: como presentador. Normalmente habría declinado amablemente,
pero esta vez no podía hacerlo. Y no necesité pensarlo. Esto es
diferente. A Clarita nunca le podría decir que no en un caso así. Cuando terminé de leer Historia de un lucero, comprendí que mi relación con este libro no era la de lector, sino la de testigo. Continúa información
Texto leído durante la presentación del libro Historia de un lucero,
miércoles 23 de abril de 2014, en la terraza de la Casa de la Cultura,
Hermosillo, Sonora.
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