Silvia Núñez Esquer
Caminando en caravana, decenas de pares de ojos tristes, pero esperanzados, miran hacia el que poco falta para que le llamen redentor. Son las madres agraviadas, las que parieron a las que ahora están muertas o desaparecidas. Pero también hay hermanas, hijas, amigas y compañeras de trabajo defendiendo su derecho a saber quién mató a su esposo, padre, hermano, o quién lo tiene en su poder sin que ellas sepan su paradero.
Estas mujeres tienen algo en común: Sus ojos lucen tristes, melancólicos, alertas, a pesar de que sus párpados exhiben la hinchazón del llanto. Miran a Javier Sicilia, sonríen a pesar de la tristeza, lo ven como un salvador, lo saludan, le entregan su esperanza, ponen en manos de él toda su carga emocional de la pérdida o desaparición de su ser querido.
En la llamada por Sicilia “Caravana del consuelo”, cada quién le llama como quiere: Caravana por la paz, Caravana por la justicia, Caravana por el pacto, Caravana por la dignidad, y otras formas. Pero eso a las madres no les importa, ellas tienen una meta: exponer sus casos a esa especie de Mesías con sombrero y chaleco, que adolece de su mismo mal. Saben que tiene influencia mediática y que como ellas, tiene herido el corazón, por eso las va a entender. Continúa información
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